
Un arquitecto quiso volar. No por necesidad ni por urgencia, sino por arrogancia.
Se fabricó alas con ángulos rectos y proporciones estandarizadas. No le interesaban las plumas, ni la ligereza, ni siquiera la atmósfera. Lo suyo era el hormigón, el blanco puro, la ventana corrida.
Pensó que si el mundo estaba mal hecho, era cuestión de rehacerlo desde el cielo. Y así despegó. Con una maqueta en una mano y un lápiz en la otra. Un lápiz que usaba más como bisturí que como herramienta de dibujo.
Este arquitecto no se equivocó por exceso de ambición, sino por déficit de escucha.
No cayó por volar demasiado cerca del sol, sino por despegar sin mirar a nadie. La gente no le interesaba. Le interesaba “el hombre”, abstracto, teórico, ideal. Ese que cabía perfectamente dentro de su Modulor, que no se quejaba, que no improvisaba.
Un ser humano sin historia, sin cultura, sin margen de error. Un usuario estándar para una máquina de habitar.
El problema fue que ese usuario no existía. Pero este arquitecto no lo admitió jamás.
Cuando su ciudad radiante empezó a producir sombras y soledad, no corrigió. Cuando los pasillos de sus bloques se llenaron de silencio, no rectificó. Cuando sus espacios dijeron más de control que de libertad, no reculó.
Para él, el fallo no era del modelo. Era del mundo que no estaba a la altura.
Y así siguió volando. Sin desviarse un milímetro. Con una convicción más sólida que el cemento armado. Hasta que se estrelló.
No fue una tragedia. Fue lo previsible.
Un cuerpo cayendo con una maqueta en la mano y un sistema cerrado en la cabeza. Una arquitectura que quiso reemplazar la vida, y terminó aplastada por ella. Una máquina que no supo cuándo detenerse.
Hoy lo seguimos viendo: ahí va, flotando aún en muchas facultades, en las rúbricas, en las referencias obligatorias. Un mito que se niega a morir, a pesar de su fracaso.
Pero la caída ya ocurrió. Y no hay maqueta que la disimule.
¿Cuántos “genios” de la arquitectura siguen volando sin escuchar? ¿Cuándo aprenderemos que construir para la gente significa, antes que nada, escuchar a la gente?